lunes, 14 de abril de 2014

República y democracia.

Hoy, 14 de abril, son muchas las voces que se alzan clamando por un nuevo sistema de gobierno, una república que nos libre de la mala gobernanza y remedie las carencias de nuestra maltrecha y maltratada democracia. El sentimiento republicano crece, pero crece como crecen las cosas en España, más por estar contra algo que por estar a favor. Porque más que un sentimiento republicano lo que se ve es un desencanto democrático, una pérdida de confianza en los valores que este sistema otrora intentó inculcar en la sociedad.
El concepto de la democracia es muy bonito, tan bonito que puede llegar a ser ilusorio o lo que es peor, engañoso. El continuo mal uso que se hace del término ha acabado por degenerarlo, hasta el punto de que cuando ciertos políticos hablan de "defender la democracia" lo que realmente quieren decir es "acabar con los movimientos realmente democráticos que quieren terminar con un sistema en el que nosotros, los políticos, vivimos muy bien". La radicalidad democrática, la democracia de base, participativa y creadora, es lo que más temen los supuestos defensores de la democracia, tan remisos a convocar consultas populares que realmente expresaran inequívocamente la voz de la mayoría, como propensos a acallar las voces de los que no aceptan sus imposiciones.
El desencanto y la frustración que provoca un estado maniatado llevan a considerar que más que una reforma, lo que hace falta es un cambio radical del sistema. Pero ese anhelo de cambio probablemente no tenga en cuenta que los errores de nuestro sistema no vengan del sistema en sí, sino de nosotros mismos. Queremos que las cosas cambien, sí, pero nosotros no queremos cambiar. Para que un sistema fuera realmente democrático la sociedad en su conjunto debería de participar en todo lo que se relacionara con la "res pública", con el gobierno. Y para eso nos falta mucho todavía, tal vez demasiado. Por eso, por mucho que cambiáramos de forma de gobierno, los aprovechados, los ladrones, los que se infiltran en el sistema para sangrarlo en provecho propio seguirían ahí. Porque de lo que se aprovechan no es del sistema, sino de nosotros, de nuestra falta de participación, de nuestra desidia a la hora de trabajar por el bien común.
Acabemos con el sistema, sí, creemos uno nuevo. Pero que ese nuevo mundo que muchos llevamos en nuestros corazones, que decía Durruti, no salga del desencanto sino de la esperanza, no se cree desde el odio sino desde el apoyo mutuo, no se logre por la sangre sino por el convencimiento, no se reciba desde fuera de nosotros sino desde dentro, desde la firme convicción democrática de que los asuntos de todos, entre todos debemos de tratarlos.

jueves, 16 de enero de 2014

La violencia innecesaria

Durante los últimos días tanto los que se manifiestan en la calle como los que intentan reprimir las manifestaciones se acusan de usar la violencia. El gobierno habla de violentos que atacan el estado de derecho y los manifestantes claman contra la violenta represión de sus reclamaciones por la policía. Intentando ver la situación objetivamente, algo que para mí es muy difícil dada mi cercanía ideológica y humana hacia los manifestantes, me temo que ambas partes tienen razón y ambas están equivocadas.
Pudiera parecer que tal conclusión es simplista e inútil pues no resuelve el problema, dejando abierto el dilema de quién tiene razón en el enfrentamiento, pero mi opinión personal es que ambas partes deberían de reconsiderar el uso que están haciendo de su fuerza para ejercer la violencia contra la otra.
Que es deplorable el destrozo de material urbano y de pertenencias e instalaciones privadas, es cierto. Mas también es igual de cierto que no podemos deplorar la rotura del cristal de un banco ponderando dicho acto como más dañino que sustraer los fondos financieros de ese mismo banco para repartirlos entre la casta económica que los maneja.
Que el lanzamiento de piedras y objetos contundentes contra la policía es condenable y justifica que ésta cargue contra los manifestantes es cierto. Mas también es cierto que si durante esa carga se golpea indiscriminadamente y sin mesura a quienes ni siquiera han participado en la violencia previa, se está pervirtiendo el uso del derecho que la sociedad otorga a los cuerpos de seguridad para mantener el orden.
Es por eso que, posiciones numantinas e ideológicas aparte, tenemos que reflexionar, tanto los manifestantes como las fuerzas de seguridad, en la forma en que se hace uso de la violencia. Porque en los enfrentamientos es lógico e inevitable que en ambos bandos surjan elementos que agredan violentamente y sin justificación a la otra parte, pero es precisamente por eso que es necesario que sean las propias partes las que intenten controlar esa situación, los manifestantes con servicios de orden que velen por el correcto desarrollo de la protesta, y los policías denunciando a quienes utilizan la violencia y el juego sucio con una finalidad política ajena a lo que es el mero mantenimiento del orden y la convivencia entre personas civilizadas, por mucho que el responsable de esa violencia inncesaria sea el mismísimo delegado del gobierno.
Si los convocantes condenan la violencia pero no actúan firmemente contra quienes la usan utilizándoles a ellos como excusa, pierden la credibilidad de su condena.
Si la policía alega que ha sido atacada, pero al defenderse actúa vergonzosamente imponiendo miedo y dolor más allá de lo necesario para mantener el orden, pierde su legitimidad como instrumento de un estado que, si de verdad quiere ser democrático, debe de proteger y defender a todos, no solo a quienes coinciden ideológicamente con el grupo en ese momento gobernante.
Entendamos todos que hay una violencia lógica que surge en los momentos tensos y es comprensible, pero entendamos también que tenemos que mantener la cabeza fría para actuar con cautela, no sea que al intentar sofocar una situación violenta provoquemos que ésta, en vez de desaparecer, se incremente.

domingo, 10 de noviembre de 2013

La intención oculta

AVISO: Léase esta entrada con el modo conspiranoia en ON.
No creo que ningún alcalde haga algo solo por "mejorar la ciudad", la verdad. Y si es de derechas, menos. Detrás de cada obra, cada acto y cada inauguración hay siempre una intención oculta además de aquella que está a la vista. Intereses económicos, amistades, negocios y chanchullos de toda índole se mueven en la trastienda de la política municipal, pues es la gestión de las ciudades negocio puro y duro para muchos, más que servicio público.

Y ocultar sus intenciones les es muy fácil, pues la mayoría de la gente es buena gente, y si ven que se construye una guardería piensan "qué bien, una guardería", y si se arregla una calle piensan "qué bien, han arreglado la calle". El dinero sustraído a la comunidad se escabulle así a la vista, aprovechando que todos están contentos, viendo cómo un sonriente alcalde corta una cinta o se hace una foto. Y es normal que así sea, ya he dicho que la gente es buena gente, y actúa en esos actos como los que asisten a la representación de un ilusionista, con buena fe, mirando la paloma que sale de la chistera y sonriendo, no como esos aguafiestas, todo el rato fijándose en lo que hace con la otra mano, esa que no hace más que entrar y salir del bolsillo.

Por eso desconfío sistemáticamente de las "mejoras" en las ciudades, sobre todo si adoptan formas faraónicas y prometen acabar con todos los problemas, pues es seguro, casi seguro, que hay algo más, algo que nos ocultan y que no quieren que sepamos. Y no me refiero a las comisiones bajo cuerda, los regalos lujosos y la sistemática concesión a la misma empresa de todas las obras, no, no me refiero a eso. Hasta la persona más pánfila ya tiene claro que la corrupción es sistemática en nuestras instituciones municipales. Me refiero a la visión a largo plazo, a dónde quieren llevar la ciudad y a sus habitantes, pasito a pasito, obra a obra, "mejora" tras "mejora". Porque ellos tienen un plan, un plan que nunca nos cuentan del todo.

Pongamos que hablamos de Gamonal, un barrio de Burgos bullicioso, comercial y de población fundamentalmente obrera, contestona y divertida. Necesita arreglo y ordenación urbana, y la solución que se propone es hacer un bulevar, restringir la circulación de coches y hacer plazas de aparcamiento soterradas. Bueno, así dicho no parece tan malo, pero cuando se empieza a especificar que la circulación se restringe mucho más de lo que se pensaba, que de bulevar solo tiene el nombre porque más que zona verde será zona gris cemento, y que las plazas de aparcamiento saldrán por un ojo de la cara... la cosa cambia. Ya no estamos en una mejora, estamos cambiando totalmente la fisonomía de un barrio, pues restringir la circulación y el aparcamiento lo único que hará será frenar la actividad económica de la zona.

¿Entonces para qué se hace? ¿Cuál es la intención oculta? Si nos fijamos en la fecha de inicio de las obras, ésta se hace coincidir con la campaña de ventas de Navidad de 2013 pero de forma (se dice) que no afecte demasiado al comercio, solo unas actuaciones iniciales, alejadas del eje comercial, dejando para un poco más adelante acometer la obra que les afecte directamente. Una obra que una vez en su apogeo impedirá la circulación por el barrio y provocará, sin lugar a dudas, un descenso en dicha actividad comercial. Y como la duración prevista es de 16 meses, que ya serán más, seguro, que ya tenemos experiencia en eso, entonces... ¿qué pasará en la Navidad de 2014? Pues está claro: que la mayoría de los comercios de Gamonal o no estarán operativos o lo estarán a duras penas.

Y aquí es donde veo un fin, una causa, un motivo, un plan... ¿Qué se va a inaugurar precisamente durante las Navidades de 2014? : el Parque Comercial Inbisa-Villafría, el cual abrirá sus puertas a bombo y platillo justo cuando todo el comercio de la zona de Gamonal estará empantanado con obras y sin apenas acceso. ¿Casualidad? ¿Quién tiene intereses comerciales en ese Parque Comercial? ¿Quién saldrá ganando?

AVISO: Modo conspiranoia en OFF.


Hasta aquí mi teoría conspirativa, pero por si alguien no se acuerda de lo que se proyecta hacer en Villafría y cuándo, puede consultarlo en el Diario de Burgos o el Gente Digital.
En la política nada ocurre por casualidad. Si algo sucede, se puede estar seguro de que ha sido planeado así     (Franklin Delano Roosevelt).

viernes, 8 de noviembre de 2013

Lo llaman plaza de aparcamiento, pero es algo más.

En las obras previstas por el Ayuntamiento de Burgos en la c/ Vitoria se han incluido 256 plazas de aparcamiento subterráneas, a un precio de "compra" de 19.225 €, y pongo lo de compra entre comillas porque realmente no es una compra, pues la propiedad de la plaza vuelve a la empresa que los vende a los 40 años. Siempre me ha parecido raro que algo que compras tengas que devolverlo tras un tiempo, porque más que una compra me parece entonces un alquiler a largo plazo.
Pensando en ello, me puse a hacer cuentas y lo primero que me pregunté es: ¿por qué 40 años, y no 20, o 5 o 1? Si al final la plaza vuelve al vendedor podrían plantearlo de una manera más flexible, y de esta forma podría ser más factible para los vecinos conseguir una plaza. Pero ese intervalo de tiempo no es un capricho. Si tenemos en cuenta que el periodo de uso de un automóvil comienza más o menos desde cuando se tiene edad legal para conducir (18 años) hasta que alcanzamos una edad tal que conducir se nos hace difícil (pongamos unos 70), lo lógico sería ajustar el tiempo de alquiler a ese periodo, es decir, unos 52 años. Pero eso sería asumiendo que a los 18 años se tuviera ya capacidad económica para comprar un coche, y que después de la jubilación se siguieran teniendo medios y ganas de seguir haciéndolo. Por eso se reduce, dejándolo en 40 años, que es más o menos el periodo de uso del automóvil para una persona de clase trabajadora (por cierto, en Gamonal no hay otra clase de personas). Asumimos entonces que las plazas son para ser usadas por un trabajador (o trabajadora, que igual da) durante su vida laboral (en términos teóricos, claro, la vida laboral actual es mucho más corta, por desgracia).
Una vez aclarada la duda del tiempo, surge la duda del precio: ¿por qué 19.225 €? Y para responder esa pregunta tal vez lo mejor sea dividir dicha cantidad por el tiempo de uso, que nos da unos 480 € por año. Es decir, cada trabajador (o trabajadora, que igual da) tendrá que abonar dicha cantidad cada año que quiera disponer de una plaza de aparcamiento: 40 euros al mes. Pero por adelantado, claro, que no es lo mismo.
Lo pueden llamar plaza de aparcamiento, pero para mí, y creo que para cualquiera que haga sus cuentas, es algo más, esto no es más que el negocio de siempre, hacer negocio con las necesidades de la clase trabajadora. Con el agravante de que encima dicho dinero, que hay que aportar por adelantado (endeudándose con una entidad bancaria, claro, ellas no podían faltar al festín) no podemos siquiera considerarlo un impuesto, pues no va a ir al Ayuntamiento, un organismo público que luego podría utilizarlo para mejorar o conservar el barrio, sino a una empresa privada cuyo único interés es el lucro personal.
Pero claro, dejar los ayuntamientos es manos de "hombres de negocios" tiene esa consecuencia, que la gestión de las ciudades se convierte en un negocio, no en un servicio a sus habitantes.